lunes, 24 de febrero de 2014

Entender, a pesar de todo


Tú eres mi tía y me conoces, y sabes que si algo no soy es nacionalista. Me parece muy bonita la gente que lo es (bueno a veces). Pero si a mí me dicen que en Australia tengo la oportunidad de ser más feliz, agarro mis cachivaches y emocionadísima me voy. Mi amor por Venezuela es su gente, mi infancia, mis costumbres, la manera alegre y relajada de ver la vida. Es un amor sincero, pero no enganche.


Lo que pasa es que ahorita las cosas como que no están fáciles, y a pesar de que la calidez de mi tierra parece no agotarse, uno como que nunca está tranquilo, y entonces te invade esa sensación pesimista de que quizás la única salida sea irse. Pero resulta que hace dos semanas tenemos esta revolución. La palabra "revolución" no tiene una asociación positiva para mucha gente, sin embargo según la RAE "revolución" es la acción y el efecto de revolver o revolverse. Y eso es lo que creo que nos está pasando, y quizás lo que revolvió todo esto hizo que se despertara mi sentimiento patrio, ese mismo que se pone de punta cuando escucha el alma llanera o el cuatro de Simón Díaz, que en paz descanse y allá arriba le recompensen tanto amor.

Dicen que hay que sacar lo positivo de cualquier situación, los optimistas más arriesgados dicen incluso que todo tiene un lado positivo. Han sido días de mucha tensión, tristeza, impotencia. Y también han sido días que me han hecho ver gente trabajando, dando la pelea por lo que ellos creen que es un mejor país, gente que cree fielmente que esto se puede arreglar y han puesto todo su esfuerzo en ser parte de la historia. Venezolanos que aman su Venezuela y no quieren imaginarse que haya un sitio que pueda hacerlos más felices que este. Eso no puede menos que contagiarlo a uno y llenarlo de una emoción extraña en medio de tanto abatimiento, me imagino que eso es el optimismo.

Al venezolano como que le hacía falta eso, ver gente que se juntara por un mismo fin, darse cuenta que no está solo, que aunque no lo crea: ¡sorpresa!, hay otros venezolanos pasando por lo mismo y dispuestos a poner hombro con hombro porque nos merecemos más, porque lo tenemos todo para tener más. Gente que nos dijera más que vale la pena luchar y menos que esto no tiene arreglo. ¿Cómo no va a tener arreglo? El camino no parece ni de cerca fácil, ni corto, ni inmediato, pero lo importante es que la disposición en muchos está. Es mentira que el venezolano es flojo, solo hay que salir a la calle y ver cómo trabaja.

Tanta gente con fe no puede ser en vano, algo se tiene que lograr. Sobre todo hay que tener fe en la gente, pero más que todo en la gente que piensa distinto a ti, hay que creer en ellos porque son también venezolanos y en el fondo quieren lo mismo que uno: vivir tranquilos. Yo pienso que la mejor manera de creer en la gente es entendiéndola, poniéndose sinceramente en su lugar, en su visión de las cosas, y a partir de ahí crear un trabajo conjunto, una misma meta. Esa es quizás la tarea más difícil y más urgente que tenemos, sin eso aquí no se va a lograr nada. Dejar de imponer ideas, proponerlas, que diría Juan Pablo II.

Un abrazo, tía Carmela

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