domingo, 5 de mayo de 2013

Primera Carta





Una vez quedé en verme con una señora, cubana por cierto, que vivía allá en Madrid. Y me dijo cuando acordamos la hora, que no me asustara si veía que ella no aparecía, ella era como el Renfe, "puede que tarde unos minutos pero siempre llego". La pobre mujer no había escuchado hablar de la impuntualidad de los venezolanos, pero bueno, me sirve como ejemplo. Yo prometí que te escribiría, y estoy segura de que no dudaste de ello aunque hayan pasado un par de meses. No te voy a negar que eres muy lista y el hecho de que me hayas hecho prometerte tus cuentos personalizados "solo para ti", a punto del mar de lágrimas en Barajas, justo antes de irme, ha estado en mi mente puntualmente siempre que me acuerdo de ti.

Es complejo, no te lo voy a negar. Cuando le escribes a alguien que está lejos siempre quieres sonar alegre. La época de las cartas siempre se imagina muy romántica. Uno ve en las películas cómo la gente esperaba con ilusión las noticias y las historias de los amigos, familiares o amantes que estaban lejos. Creo que es la época en que más se valoraba la información de tus seres queridos.


Me vas a perdonar mi posición pesimista con respecto a este aspecto tía, pero creo que la facilidad con la que ahora nos comunicamos nos ha hecho perder un poco el interés en las noticias de "Fulanito el que estudió primaria conmigo y ahora vive en Nueva Zelanda". Ahora las fotos de las vacaciones de Fulanito con su novia nueva están en todas partes.Perfil de red social que abres, perfil que está inundado de Fulanito y su aparente felicidad.Y si Fulanito es de los "expresivos" por las redes sociales, sabes hasta cómo le gusta el café, cuándo se despierta con flojera, cuándo el jefe lo explota, cuándo pelea con la novia, y cuándo tiene frío y extraña una empanada de cazón a la orilla de la playa.


En fin, que ya no sabemos lo que es extrañar a alguien. Ya no esperamos con ansias noticias que tardaban en llegar semanas, y ya no tenemos esa ilusión cuando las recibimos. Yo quizás, a veces, me hubiera quedado con el romanticismo de antes. Es como con los novios, hay que extrañarlos para saber que los quieres.


Pero claro, uno siempre quiere ser la carta esperada y la buena noticia. Y Venezuela a veces te lo complica. Uno añora tanto su país, y cuando llega aquí, como que lo sigue añorando. Como siempre, no tener es valorar, y cuando estas lejos aprendes siempre a ver las cosas de una manera distinta, como que ver de lejos tu país te hace quererlo de otra manera y criticarlo más también. Me acuerdo mucho de lo que decía Pérez-Reverte en su Alatriste, que nos gustaba tanto: "Es posible hablar con extrema dureza de lo que se ama, precisamente porque se ama, y con la autoridad moral que nos confiere ese mismo amor". Después de que Quevedo despotricara de su España tan querida. Ese libro nos cambió mucho la perspectiva del español colonial. También se pasó trabajo a pesar del oro. "Unos más que otros" me dirías tú.


Así que asumo el franqueo, el de la estampita que corre por cuenta de la banda ancha, y el que depende de mi perspectiva. Entiendo el escepticismo hacia una perspectiva franca, las perspectivas son eso y dependen de quien sean. Pero mis cartas serán francamente mi Venezuela, lo que es y lo que desde mi ángulo podría ser. Con la licencia de quien quiere a su país y lo critica, lo compara y lo alaba porque quiere que sea el mejor del mundo. Porque alabar es también una responsabilidad.

Una cosa si te digo tía Carmela, no esperes grandes análisis. Muchas veces tenemos grandes ideas para arreglar el país y hasta el mundo, y nos olvidamos de lo bien que haría arreglar lo cotidiano. Del día a día que se nos pasa, de eso serán mis cartas.

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