martes, 3 de junio de 2014

No sabemos quejarnos


¿Te acuerdas del Metrobus, tía? Estos autobuses que forman parte de alguna manera del sistema de metro, son baratos, prácticamente gratis y son bien cómodos. Podría discutir contigo por qué el gobierno en vez de hacer esto no promueve la empresa privada de autobuses, hace leyes de calidad que exijan buen servicio a estas compañías y así garantiza que los usuarios estén contentos, confíe en el transporte público y haya más gente con trabajo. Pero eso es tema de otra carta.


Cuando los autobuses normales salen cada dos minutos el Metrobus tarda veinte minutos en pasar. Hay gente que puede esperar, pero lo normal que es que la gente en Caracas vaya siempre apurada, así que prefieren pagar más y llegar antes. Podríamos analizar filosóficamente esto también en otra carta. 

El otro día salía de clases y como no tenía ninguna premura y me provocaba pagar poquito, decidí esperar. Los veinte minutos se convirtieron en cuarenta y la cola se hizo cada vez más larga, por mucho tiempo que uno sea afortunado de tener, hay esperas indignantes. Para mi sorpresa una muchacha que estaba cerca de mí dijo que iba a ir quejarse al "puesto de protocolo", digo sorpresa porque no sabía que existía tal cosa, tampoco veo mucha gente yendo a quejarse. Los venezolanos tenemos capacidad de adaptación no de queja. Cuando finalmente el autobús apareció y nos fuimos montando escuché a una señora diciendo que ella ya no peleaba, ella le había agarrado la hora a los autobuses, salía de su casa a las diez de la mañana pero sabía que hasta cerca de las once no pasaban así que iba preparada. Intenté empezar una conversación de esperas y colas que no deberían ser pero la resignación del "no hago nada con quejarme" me ganó.

Tengo por cosas de la vida toda mi vida laboral trabajando de alguna manera con público, esto me ha hecho querer y odiar a la humanidad a partes iguales y dependiendo del día. Mucho de ese público ha sido español y si algo me han enseñado es que saben perfectamente cómo quejarse. Se comportan como el que sabe cuáles son sus derechos y la manera de exigirlos, saben que cierto tono de queja en un establecimiento de servicios puede lograr muchas cosas, y parecieran conocer siempre con quién tienen que hablar. Tengo miles de anécdotas con el formato por escrito de las quejas, la autoridad con la que se pedía la "hojita de reclamación" y la palidez envuelta de "como usted quiera caballero" del pobre vendedor cuando no había más remedio que entregarla. ¿Te imaginas una hoja de reclamación en Venezuela?, ¿te imaginas establecimientos donde se pudieran poner por escrito las quejas de los venezolanos en cuanto a atención al público? No solo eso, ¿te imaginas ir a una oficina gubernamental con esta hojita y que se abra un proceso de investigación porque un vendedor te habló de mala manera o el precio no estaba del todo claro en el estante?

Cuando me tocó atender al público venezolano me encontré con gente en contraste con lo anterior bastante suave. Saben lo que es un buen servicio y agradecen o se quejan cuando no se los das, pero no insisten mucho, están como resignados a que es muy difícil ser escuchados. Estoy hablando a grandes rasgos tía, no estoy diciendo que los españoles sean unos rebeldes sin causa y los venezolanos seamos todos mansos. Hay de todo en todos lados.

Pero tal vez no deberíamos permitirnos ese cansancio de quejarnos, como esa señora. Es quizá también nuestro deber hacer que nuestros derechos se cumplan, si todos nos conformamos con que las cosas son así no sé qué país vamos a ir dejando. Es verdad que aburre, ¿sabes? Esa sensación de que no hay a quien acudir termina ganándote y prefieres adaptarte porque también te gastas tú mismo, es una decisión personal. Pero quizás debamos tomar más decisiones en conjunto, no pensar tanto por nuestra tranquilidad y felicidad, que los venezolanos paradójicamente la tenemos bastante lograda, sino en la felicidad de todos, en la felicidad del país, aunque suene a utopía. No hay nada como calidad de vida y eso no se logra con resignación.

Podría ir un poco más lejos hoy tía, extender esta carta y preguntarnos aquí de manera retórica si no sería lo adecuado, por mucho que te simpatice un sistema de gobierno, exigirle, reclamarle el país que creas que con nuestros recursos nos merecemos. Compararnos con potencias mundiales y preguntarlos por qué no somos una de ellas con todo lo que tenemos. ¿No nos prestan acaso los políticos un servicio?

Un abrazo, tía

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